La realización de los campeonatos y concursos de cueca en cualquiera de sus fases, tiene partidarios y detractores. Ambas posiciones disponen de contenidos y propósitos muy razonables, pero los puntos de discusión y controversia son innumerables, los que seguramente se prolongarán por muy largo tiempo.
Un importante número de clubes de cueca, municipalidades, conjuntos folklóricos, compositores e intérpretes, se manifiestan a favor de la realización de campeonatos o concursos. Sostienen que estos eventos constituyen un excelente medio de difusión de la danza, favoreciendo su desarrollo y su vigencia. Y por otra parte, ellos estimulan tanto el aprendizaje como la práctica de la cueca, especialmente entre los jóvenes, a quienes comúnmente no les gusta lo tradicional, porque no lo conocen. Consideran que las políticas culturales, educativas y artísticas del país deben incluir torneos y competencias, puesto que estos aumentan la calidad artística de la danza y la disposición de los jóvenes al reconocimiento de su identidad cultural.
Por otro lado, un punto de vista antagónico sostiene un numeroso grupo de cultores y folkloristas, al afirmar que dichas competencias alteran el auténtico significado de la danza. Sostienen que la competitividad es un elemento que desnaturaliza el espíritu de la cueca, tanto por contraponerse a su esencia íntima, como por la adversidad muchas veces desatada entre las parejas en competencia. Cuestionan asimismo la significancia y los alcances de los campeonatos, entre ellos el tema de la marcada estilización de la danza y la generación de un tipo muy estereotipado de cueca. Junto con reconocer el hecho de que toda expresión folklórica está permanentemente sometida a distintos procesos evolutivos, estiman esencial que el grado de estilización de la danza esté siempre sometido a la total conservación de su espíritu y pureza estructural.
Dentro de este concepto, en 1991 Osvaldo Barril, cultor de reconocido prestigio y Director Técnico de la entonces Federación Nacional de Cueca, nos afirma: “La cueca no es competitiva. Es una expresión privada, intima y personal, que nace de lo más profundo del alma, en la intimidad de nuestros sentimientos, como magnífica muestra de amor y de vida. Es quizás la danza más rica en expresión y más rica en sentimiento, que recoge la sensibilidad intima de quienes la interpretan. Es entonces necesario velar por conservar la esencia, el prestigio y la dignidad de nuestra danza nacional, si hacerla objeto de competitividad”. Más adelante dice, en relación al Campeonato Nacional de Arica, que: “Si bien éste ha contribuido a la difusión de la cueca, por otro lado ha ido destruyendo la exquisita riqueza interpretativa de cada región, desapareciendo el colorido natural y propio de cada interprete, para convertirla en una actividad netamente competitiva, donde resalta lo ficticio y fabricado por sobre lo auténtico y espontáneo...”
Si bien muchas veces se responsabiliza a los campeonatos del encuadramiento, la alteración, la estilización y la creación de un estereotipo de cueca, creo que tienen un cierto grado de ella, pero no son los únicos. No se puede dejar sin responsabilidad a algunos organizadores que poco o nada conocen del sentido emocional de nuestro baile y se dejan llevar por ciertas preferencias y montan todo un espectáculo del cual ellos tienen preparado un feliz término personal. También existen seudos “jurados” que son fácilmente influenciables o que se dejan llevar por gustos personales y no son equitativos en sus juicios. Pero la mayor parte de responsabilidad la tiene los propios bailarines que se en la mayor de las veces se preocupan más de ganar y comienzan practicar, a veces con meses de anticipación, movimientos y pasos sincronizados, haciendo una especie de malabarismo y copiando a los campeones anteriores, y no se preocupan de lo fundamental que es el estudio de las raíces, el expresar los sentimientos que albergan en su corazón hacia su pareja de baile, dándole el sentido amoroso que a cada una de ellas se le debe otorgar. Las parejas deben preocuparse de sacar a relucir la belleza de los sentimientos profundos del ser chileno.
Un importante número de clubes de cueca, municipalidades, conjuntos folklóricos, compositores e intérpretes, se manifiestan a favor de la realización de campeonatos o concursos. Sostienen que estos eventos constituyen un excelente medio de difusión de la danza, favoreciendo su desarrollo y su vigencia. Y por otra parte, ellos estimulan tanto el aprendizaje como la práctica de la cueca, especialmente entre los jóvenes, a quienes comúnmente no les gusta lo tradicional, porque no lo conocen. Consideran que las políticas culturales, educativas y artísticas del país deben incluir torneos y competencias, puesto que estos aumentan la calidad artística de la danza y la disposición de los jóvenes al reconocimiento de su identidad cultural.
Por otro lado, un punto de vista antagónico sostiene un numeroso grupo de cultores y folkloristas, al afirmar que dichas competencias alteran el auténtico significado de la danza. Sostienen que la competitividad es un elemento que desnaturaliza el espíritu de la cueca, tanto por contraponerse a su esencia íntima, como por la adversidad muchas veces desatada entre las parejas en competencia. Cuestionan asimismo la significancia y los alcances de los campeonatos, entre ellos el tema de la marcada estilización de la danza y la generación de un tipo muy estereotipado de cueca. Junto con reconocer el hecho de que toda expresión folklórica está permanentemente sometida a distintos procesos evolutivos, estiman esencial que el grado de estilización de la danza esté siempre sometido a la total conservación de su espíritu y pureza estructural.
Dentro de este concepto, en 1991 Osvaldo Barril, cultor de reconocido prestigio y Director Técnico de la entonces Federación Nacional de Cueca, nos afirma: “La cueca no es competitiva. Es una expresión privada, intima y personal, que nace de lo más profundo del alma, en la intimidad de nuestros sentimientos, como magnífica muestra de amor y de vida. Es quizás la danza más rica en expresión y más rica en sentimiento, que recoge la sensibilidad intima de quienes la interpretan. Es entonces necesario velar por conservar la esencia, el prestigio y la dignidad de nuestra danza nacional, si hacerla objeto de competitividad”. Más adelante dice, en relación al Campeonato Nacional de Arica, que: “Si bien éste ha contribuido a la difusión de la cueca, por otro lado ha ido destruyendo la exquisita riqueza interpretativa de cada región, desapareciendo el colorido natural y propio de cada interprete, para convertirla en una actividad netamente competitiva, donde resalta lo ficticio y fabricado por sobre lo auténtico y espontáneo...”
Si bien muchas veces se responsabiliza a los campeonatos del encuadramiento, la alteración, la estilización y la creación de un estereotipo de cueca, creo que tienen un cierto grado de ella, pero no son los únicos. No se puede dejar sin responsabilidad a algunos organizadores que poco o nada conocen del sentido emocional de nuestro baile y se dejan llevar por ciertas preferencias y montan todo un espectáculo del cual ellos tienen preparado un feliz término personal. También existen seudos “jurados” que son fácilmente influenciables o que se dejan llevar por gustos personales y no son equitativos en sus juicios. Pero la mayor parte de responsabilidad la tiene los propios bailarines que se en la mayor de las veces se preocupan más de ganar y comienzan practicar, a veces con meses de anticipación, movimientos y pasos sincronizados, haciendo una especie de malabarismo y copiando a los campeones anteriores, y no se preocupan de lo fundamental que es el estudio de las raíces, el expresar los sentimientos que albergan en su corazón hacia su pareja de baile, dándole el sentido amoroso que a cada una de ellas se le debe otorgar. Las parejas deben preocuparse de sacar a relucir la belleza de los sentimientos profundos del ser chileno.
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